Ha resistido a la apertura económica, a la competencia de hipermercados y a las tiendas especializadas. Son el buen vecino y, además, fían.
No pocos estudios han pronosticado su extinción. Ellas han estado en medio de las grandes jugadas del comercio mayorista y minorista, compiten con formatos de bajos precios y son administradas por gente del común, sin onerosos títulos académicos. Tienen magia y algo que seduce.
En un foro sobre las tendencias del retail en Colombia, en el que participaron los gurús del negocio, se llegó a una conclusión: “La tienda de barrio perdurará”. ¿Por qué? APE entrevistó al director ejecutivo de la Cámara de Proveedores y Canales de Distribución de la ANDI, Lutz Goyer. Él es alemán pero llegó a Colombia como empresario y se quedó. Dice que para siempre.
¿Con tanto nuevo formato, cuál es el futuro de las tiendas de barrio?
El canal tradicional sigue siendo fuerte y participa con un porcentaje alto en el mercado. Es más grande que los canales modernos, lo cual es una excelente noticia para el tendero. Si bien han llegado desde hace diez años nuevos jugadores como hipermercados y formatos modernos que se han expandido fuertemente, la tienda sigue ahí, imperturbable.
¿Por qué?
Eso se ha analizado de muchas formas. Yo lo enfoco desde dos puntos de vista: primero el socioeconómico. Cuando en un país hay gente que recibe jornal, es decir que gana por día, solo puede gastar por día. Y ¿dónde puede gastar por días? Pues cerca de su casa, en la tienda, sin que lo incentiven demasiado a gastar lo que no debe de gastar. Mientras en Colombia tengamos jornaleros, que ganan por día, también tendremos muchas compras por día. Actualmente tenemos a muchos colombianos que ganan por día y no quincenalmente y tampoco mensualmente.
¿Cuál es la segunda razón?
Mientras muchas personas no tengan un medio de transporte para movilizarte que les permita salir un poco más lejos de la casa para hacer compras, no es muy rentable ir una vez al mes o cada quince días a realizar una gran compra, y tener que pagar taxi. Los establecimientos grandes –las grandes superficies-, dan demasiadas motivaciones, que hacen gastar más de lo que se tiene. Pero las familias que se ganan el salario mínimo, no se pueden dar el gusto de caer en esas tentaciones.
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